viernes, 20 de julio de 2012

Unas calorías como amigas

Después de llevar aquí cierto tiempo,uno se acostumbra a actuar, reflexionar y pensar como un americano. Sobretodo el pensar. En este país, como en muchos otros, no todo son flores y caviar, pues también tienen defectos. No quiero ofender a nadie, pero la obesidad es un problema determinante en este país. La publicidad expuesta sobre este problema a los ojos del habitante de la tierra americana es de una gran magnitud. Es tan grande, que vayas donde vayas te topas con un cartel que se asienta en tu subconsciente y que se activa cada vez que un alimento a la boca te llevas: en las highways hay multitud de esos anuncios; en la televisión, amansalva; en la radio no paran de sonar dichos anuncios entre los grandes éxitos nacionales; en los comentarios del pueblo... Y así una infinidad de mensajes que van directos a tu cerebro. Eso lleva a uno a la locura terminal, a exponer sus pensamientos a un continuo examen, a un desgaste mental, a un trauma existencial cada vez que uno pisa un lugar calórico, a un agotamiento cerebral sobre ese factor que exprime las neuronas en busca de una dieta equilibrada. "Que si ayer comiste pizza, que si hoy toca hamburguesa, no, porque ya tomaste anteayer, hoy toca pasta, y acuérdate de quemarla, ojo con la coca cola, mejor cero, o mejor diet, que es mas saludable, no, mejor agua, que no engorda, cuidado con el chocolate, toma verduras..." Una locura, como os he dicho. Al llegar aquí, sabía que sería un problema difícil de afrontar, pues soy fan de la comida basura. Pero le estoy cogiendo fobia. Uno echa de menos la comida española, el gazpacho de la abuela, las cervezitas en el bar de la esquina, las bravas del Tomás y los macarrones de la Maripepa. Y no solo lo digo por los gustos de mi paladar, sino también por los kilogramos que pueda ganar. Aquí mantener la forma es complicado. Comes mucho, comes mal. El poco deporte que hago, lo practico al atardecer, en unas canchas en las que el sol quema el caucho que hace arder la suela de mis botas. Es tal el calor que uno se marea. El sudor baña mi cuerpo a los 10 minutos de juego, y la hidratación no llega hasta una hora después. Pero esto son los US, y es parte de la cultura, así que más me vale adaptarme, dejar de llorar por las esquinas, americanizarme más, aceptar por compañía unas calorías, pasar de pajas mentales, disfrutar de esa comida y ya, en septiembre, cobrar la factura.

3 comentarios:

  1. Perico!! Cuánto tiempo sin publicar... Espero que eches de menos algún detalle más... porque sólo la comida queda...regular.

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  2. Grandee!me ha encantado tio!americanizate..

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