domingo, 2 de septiembre de 2012

Los sinsabores de la despedida


Todo en esta vida se acaba. Todo tiene un fin. Todo tiempo es poco. Y es que a muchas cosas te encariñas cuando has vivido una aventura similar: los desplazamientos por las increíbles highways americanas, las puestas de sol en Miami Beach, los paseos por Alton Road, los famosillos que se dejan ver por Lincoln, la tranquila playa, las miles de burguers y comida basura que me he comido... Pero con lo que uno se queda allá donde va son las personas. Tengo que agradecer a tantas personas esta aventura! Empezando por mis padres. Pero si hay una persona que ha hecho posible esto, esa es Paul, siempre atento a cualquier necesidad, comprensible, amable, con humor, un tío 10, al cual admiro profundamente. Otro es Jevon, al cual dediqué el pasado post, que me ha enseñado cómo ser un aventurero, cómo se viven los sueños, cómo vivir una vez. El complemento a este triángulo made in Miami, muy a mi pesar, tengo que añadir al "pinchypendejo" de José. Gringo y americano, que le gusta bromear, se apunta a todo, farrero como ninguno, uno de los mejores bro's que he conocido. Un grande. Un grande al cual agradezco que haya estado pendiente de mi y que se haya preocupado tanto por un chico que no conocía. Gracias r lo que he aprendido de ti, por los partidos locos al sol y por las yurri yurri. Y a partir de aquí vienen muchos nombres. Gracias Juani por tu locura y acento argentino, tu moto y tus asados. Gracias Pedro por ser tan simple, tan interesante y tan curioso, nos hemos reído lo suyo y nos vemos en España, marico. Gracias a Cath y Lizzy por dar hospitalidad a un desconocido, por las piscinas y por las copas en su casa. Gracias Cori por su arte y su carácter, su creepy y sus ideales. Gracias a Juanita y a su hermano Pedro, por invitarme a esos partidos de cancha abierta. Gracias a ta ta ta bo por ser uruguayo. Gracias a Joe por su paciencia y sus consejos, a Ron, el cowboy, por todo lo que me ha enseñado y por ser un compañero cojonudo para ese tipo de trabajo, un tipo que los tiene bien puestos. Gracias a Japy por sus raps y sus filosofadas, nos vemos pronto. Gracias a Nacho por encontrármelo en esta ciudad. Gracias a la gente de Chicago, Paul, BigTom, Joe y todos los otros monitores con los que pasamos grandes momentos, buenas tertulias nocturnas y los cigarrillos sabor oportunismo. Gracias a UF, Gainsville y su gente, en especial a Papa Jorge (esto es Jorge Barba al aparato...), a Mr. chiken Lucas y a Xipie, unos cracks de UF con los que pasé risas y tardes marcianas de consola. Gracias a mis compañeros de trabajo de oficina en FPL, Diego y Bruno, los cuales han logrado que el tiempo pase rápido con bromas y conversaciones sobre fútbol y otras banalidades, gracias colegas.  Gracias a Tekesta, también conocido como BBQ Center, y vaya si lo es. Grandes momentos con la Euro y con diversas visitas acompañadas de la mítica BBQ con su baño en el lago. Y por supuesto, gracias a vosotros que leéis, comentáis y espero que no os aburráis con este blog. Gracias a todos y cada uno de ellos, con lo que no habría sido posible estos tres meses (siento si me dejo alguno).
Ahora me espera un avión, mi entorno y un tren para empezar una nueva aventura en Pamplona. La verdad es que ayer, cuando volvía a casa, me emocioné. Se acabó uno de mis mejores veranos, una locura, un lugar donde he dejado parte de mi corazón en las personas y el lugar. Tengo esa sensación de que me dejo algo en Miami. Sí, dejo parte de mi yo a una ciudad que enamora. Pero nuestro amor es imposible. Un amor platónico que se recuerda en la soledad, que se recuerda entre el humo de un cigarro o de una copa a la luz de luna. Gracias por todo, gracias Miami. 

sábado, 1 de septiembre de 2012

El músico que persigue sus sueños


Lo conocí de casualidad, si es que existe el azar. A primera vista, creí estar tratando con una persona más. El tiempo me indicó que estaba equivocado. Se llama Jevon, filipino, vive en Miami y ha sido mi anfitrión durante mi estancia. Sus rasgos asiáticos prueban su procedencia. Viste simple cuando está en casa, pero denota estilo cuando se prepara para degustar a su público, al que hace sentir un sinfín de emociones con temas que llegan hasta el corazón, que brillan de talento y te sumergen en melodías que suenan a eternidad. Profesor de enfermería de día, músico por la noche. Bueno, a todas horas. Es un artista, un hombre que lleva la música en la sangre, que aprendió a tocar la guitarra, bajo, piano, batería y no sé qué más instrumentos con su tacto, su oído e Internet. Además de la música, sus otras pasiones son su perra Linda y su novia Juanita, encantadora, por cierto. En su tiempo libre se dedica a componer, practicar y descansar. Según dice, no hay nada mejor que un domingo en casa, comer pizza y ver la Nascar, la que considero aburrida, pero qué le haremos. De vez en cuando, en las situaciones que coincidimos, hablamos de todo un poco, pero su filosofía de vida asombraría a más de uno. No tiene miedo de vivir sus sueños. "You only live once", repite con calma, con un brillo en sus ojos que demuestra su fe por sus objetivos en la vida, los cuales cumple y demuestra por qué está donde está. Cosa que me sorprendió. Es más,  en vez de seguir su carrera como enfermero, optó por cumplir su sueño y ser músico. Ahora deslumbra cada semana en los locales de poco calado, pero que siempre se llenan.  También se le podría calificar de aventurero, pues decidió dejar a su familia y seguir su camino en esta vida. Su lema, "feel free", me marcará para toda la vida. Debo destacar que con cierta frecuencia, los fines de semanas, se levanta a las 5 am para prestar unos servicios de voluntariado a homeless, cosa que admiro mucho en él.  Debo agradecerle que me haya dejado habitar su hogar, conducir su coche, pero sobretodo, los consejos, las charlas y los buenos momentos que hemos pasado. Espero verle pronto y volver a sentir el flow de su vida que contagia a cualquiera, espero que siga cumpliendo sus sueños y que siga enamorando con su música y siendo un ejemplo como ha sido para mí. Gracias Jev, gracias.

sábado, 25 de agosto de 2012

Experiencia universitaria en UF

Después de 5 horas de viaje llegué con el pendejo de José al pueblo llamado Gainsville, donde se ubica la universidad de Florida. Durante el viaje, el paisaje era bastante común en todos los tramos: llanura cenagosa bañada por un torrencial de agua que nos acompañó en varias secuencia durante el trayecto. Nada más llegar, compramos unas cervezas y las degustamos sentados en el apartamento, simplemente amueblado, con los típicos defectos de los pisos universitarios, no sé si me explico. Al día siguiente, visitamos el campus universitario. Gigante. Enorme. Increíble. Y mil adjetivos calificativos más. Personas de diferentes razas paseando, grupos estirados en la hierba a la sombra de algún árbol, bicis y monopatines por doquier, risas y un murmullo continuo que refleja el ambiente universitario americano. Como en las películas, están los populares miembros del equipo de fútbol americano, deporte magno, que pasean a paso lento siendo idolatrados. Puedes encontrar los intelectuales debatiendo sobre cualquier argucia, mujeres cotilleando, grupos guitarra en mano cantando y alabando a Dios. También puedes toparte con el clan de los bikers o de los skaters, y, si eres afortunado, el de los raperos combatiendo con sus rimas en medio de la calle. Deambulan por las calles del campus los diversos miembros de los clubs, tanto de arte dramático, de aeronáutica solidaria y de cocina afroamericana, por poner algún ejemplo de los cientos de clubs. Otra especie que abunda es la del estudiante solitario. Se ve mucha gente que anda sola, cosa que no me opongo, pero que a veces da lástima al ver la cantidad de gente que hay y no han sido capaces o no quieren tener amigos.
La universidad consta de 50.000 estudiantes. Lo que lees, amigo. Una de cuatro personas que te cruzas en la ciudad es universitaria.Por ello, no es de extrañar que la propia institución tenga bajo su mando un equipo de policía y de limpieza, agentes de circulación, además de agentes de seguridad. El campus es una pequeña ciudad, con sus normas y leyendas.
Y donde vive toda esta maranbunta, os preguntareis. Pues en edificios, residencias y apartamentos, todo tipo de alojamiento es bienvenido. Pero lo que más me ha llamado la atención son las "fraternities" y las "surorities". Éstas son unas casas masculinas y femeninas con tradición en EE.UU. donde habitan sin control alguno los alumnos y donde se establecen lazos y contactos de por vida. Más allá de ser unas instituciones de reputación, donde eres tratado como hermano o hermana pero primero tienes que superar 6 meses de prueba, haciendo todo lo que te mandan, todo. Pruebas tan absurdas para las mujeres como andar por el campus vestidas de gala prácticamente todos los días con sombreros que rayan la estupidez o no poder salir con alguien en el periodo de prueba. Para los hombres, la cosa se complica, pues cada hermano debe tener cerveza en su cuarto y satisfacer su apetito con cada aspirante a la "frat", y, depende de cual, los chavales son tratados muy duramente.
Esta no es una universidad cualquiera. Aquí estudió el jugador de fútbol americano Tim Tebow, héroe e ídolo aquí, conocido como el jugador milagro. También el medallista Ryan Locke pasó por este campus, donde dicen, todavía se entrena. Curioso es que el invento del Gatorade fue realizado en un proyecto de investigación en UF (Universidad de Florida). Falta decir que la mascota de UF es un cocodrilo, un "gator", de ahí el nombre de la bebida energética, donde en todo el campus solo se ofrece bebidas de la marca Pepsi al consumidor. Sorprendente es que aquí todos van a muerte con su universidad, la apoyan y defienden a capa y espada, para ellos no hay otra mejor. Están orgullosos de sus colores, sienten con pasión su bandera, se ven camisetas, polos y sudaderas "gator" allá donde vas. Los partidos de fútbol se llenan, la gente disfruta, anima y se desvive por su equipo. Deberíamos aprender de esa mentalidad en España.
Como veis, la vida aquí tiene mucho jugo. No sé cuanto tiempo me quedaré, porque se vive bastante bien, pero nunca olvidaré esta experiencia, la experiencia de sentirme como un universitario americano, un "gator" en la llanura de la Florida, orgulloso de mi universidad, mis colores y mi bandera. 
Go gators, go!!

domingo, 19 de agosto de 2012

Un encuentro con la ley


Recorren millas en sus distinguidos coches, no se dejan intimidar por nada ni por nadie, hacen honor a su uniforme, representan a su país. Ellos son los agentes de la ley. Como en las películas, aparecen de forma educada pero imponiendo respeto con unas gafas que ciegan la vista a aquellos que les desafían con la mirada. Desenfundan con estilo sus pistolas si algún villano les sale al paso. Aman su trabajo, disfrutan de prestar un servicio a la comunidad. 
Describo a la policía porque tuve una experiencia ellos. Hay que añadir dos factores para comprender mi preocupación. El primero es que me pusieron una multa por bloquear una intersección. Dolió. Dolió mucho, sobretodo a mi cartera. El segundo es que tengo la licencia internacional, lo que en principio no hay problema para circular, pero mis compañeros de la construcción me dijeron que los federales se estaban poniendo quisquillosos en Miami respecto a ese tipo de licencias. Estos dos factores alimentaron un temor ante un posible encuentro con la ley, un temor que amanecía cada vez que a mi coche me subía. El caso es que después de aventurarme en la hermosa Miami Beach en busca de Japy (quien ya se ha vuelto a España, a seguir haciendo de las suyas) me cruzo con un coche de policía.  Acostumbrado a verlos circular, no me inquieto y prosigo mi marcha hacia el lugar donde había quedado. Pasó menos de un minuto cuando llegué a mi destino. Me disponía a abandonar mi caluroso asiento cuando noto algo extraño detrás de mi coche: unas extravagantes luces destellaban y cegaban los alrededores. El coche de policía que me había cruzado estaba detrás de mí. Un escalofrío recorrió mi espalda. Realicé un repaso rápido por si había cometido alguna infracción (algún Stop maldito, un ceda u otra dichosa intersección...). El recuerdo de la multa asaltó mi mente y los fantasmas de mis compañeros sobre la licencia empezaron a hacer sudar mi cuerpo. El agente esperó unos segundos a salir del coche que parecieron horas. Cuando se decidió, bajó del auto, se ajustó el pantalón haciendo relucir su pistola y se acercó con determinación, con unas gafas de aviador que me intimidaron.
Me permite ver su licencia?- preguntó con tono seco
Sí, claro - respondí con voz temblorosa mientras le entregaba el permiso rezando a todos los santos
Es suyo el coche? - volvió a preguntar imponiendo aún más respeto
No... De un amigo - fue mi respuesta cuando dos bolas se agolparon en mi garganta
Enséñeme los papeles - ordenó con la actitud de alguien que está acostumbrado a que le obedezcan
Le entregué los papeles y se alejó a la parte trasera de mi coche y después de eso me devolvió los documentos. 
Muy bien, puede marcharse - resolvió mientras se daba la vuelta para regresar a su trabajo
Cómo? Cual es el problema? - pregunté inquietado después de que me dejara marchar sin más cuando había pasado unos angustiosos momentos y la incomprensión llegó junto a una paz que alivió mi persona 
Nada, que su amigo tiene la licencia expirada, usted está bien, hasta la vista, amigo.
Y diciendo esto desapareció por las tranquilas calles de Miami Beach. Cuando se fue, no pude evitar reírme y pensar en la experiencia que había tenido. Solo podía dar gracias a Dios de seguir ahí sin tener que volver a casa con una multa o realizar una llamada desde una comisaría o cualquier cosa que os podáis imaginar. Contento como estaba, no pude más que pasar una buena tarde. Tras unos días de duro trabajo, dedico este post al "cup" que me hizo sentir el miedo, el miedo de sentirme como en una película americana. 

domingo, 12 de agosto de 2012

El retorno del paleta


Vuelvo a ser paleta. Vuelvo a madrugar, a conducir sus millas. Vuelvo a buscar el lugar correcto para aparcar por las mañanas en Miami Beach. Vuelvo a ver al cowboy, vuelvo a reírme con él. Vuelvo a entrar en el piso donde solía convivir con el polvo y la suciedad. Vuelvo a sentirme paleta. Y también, vuelvo a pintar la casa. Sí, otra vez. Resulta que el cliente no estaba satisfecho con la textura de las paredes, así que tuve que lijarlas todas ellas, para después volverlas a pintar, pero eso es otro capítulo. Dos días cara a la pared, dos días dejando los muros de las habitaciones tan suaves como la piel de un niño, dos días del típico cansancio al volver a la rutina. 
Pero también tengo mis momentos de entretenimiento. El viernes, después de comerme un desayuno kingsize y de estar trabajando unas buenas horas, sobre las 4pm, me llama mi colega José y me comenta que si salimos de fiesta. Yo, extenuado y rallado como el queso que estaba, le dije que no (maldiciendo mi existencia), que al día siguiente trabajaba y que aún me queda algo de responsabilidad. Cuelga y me vuelve a llamar. Me propone que vaya a jugar a futbito en una cancha cerrada con verdaderos maestros del deporte. No me lo pienso y acepto. A todo esto, Japy contacta conmigo y me propone hacer algo, que se aburre y que los látigos de la soledad martillean su conciencia. Después de pensar en algo, nos espabilamos y compramos unas papas, helado sabor USA y una Coke de vidrio. Cuando nos subimos al coche, decidimos ir a reposar a su hostal, pero, en el camino, nos topamos con una bella puesta de sol. "Tú, tú, vamos ahí ya!" exclama mi colega. Dicho y hecho. Nos plantamos ahí, al borde de un viejo muelle, viendo como el sol cae por detrás de los rascacielos del concurrido Downtown. Los reflejos de los últimos rayos de sol iluminan nuestra rostros y disfrutamos del momento. Un ambiente de gloria invade nuestros cuerpos. Aquella sensación de satisfacción al comprobar que hemos triunfado, que somos los amos. Muy de película, muy americano. Lo que se puede llegar a disfrutar con tan poco: unas bebidas y la naturaleza. 
Después de tan hermosa puesta de sol, dejo a Japy en su hostal y me dirijo a dar unos toques al cuero. Son las 8.45pm cuando empezamos. Había nivel, hay que decirlo, pero el jugar en un sitio cerrado en Miami, donde la humedad mata, implica cansancio para un europeo como yo. Acabamos a las 10.45pm. Por primera vez en vida me quité la camiseta de mi Valldu y, cuando la apreté, cayeron una cascada de gotas sudorosas al suelo. Estaba literalmente empapado. Salgo de la cancha y empieza a caer una cosa del cielo que no se puede llamar lluvia: era un fenómeno natural parecido a un huracán que se había aliado con un tornado mojado, que deja huella donde pasa. Alcanzo el coche y me cambio la camiseta, me quito el mojado pantalón y me pongo una camiseta encima. No veo nada. El agua envuelve mi coche y el parabrisas actúa en vano. Pongo el coche en marcha, los cristales se empañan a causa del calor, el aire acondicionado no funciona, sigo sin ver nada menos agua. A duras penas alcanzo la autopista, mientras navego entre olas de agua por las carreteras, pues mi coche por momentos se realentiza al estar inmerso en charcos torrenciales. Me quedan 30 minutos de viaje. De repente noto algo en la pierna que hace tiempo que me molesta. Maldigo a todos los dioses, lamento con rabia el dolor. Sí, te han cazado y te has enfriado y duele, pienso para mí, espero que no sea nada grave. Con el dolor, el sudor, el mal olor y el cansancio llego a casa. Al salir del coche la lluvia me acaba de empapar. Sin más llego, me meto en la ducha, como algo rápido y me tiro en la cama con una bolsa de guisantes congelada atada en al pierna, pensando que mañana tengo que madrugar. No me duermo hasta pasado un tiempo. La pierna me duele, siento punzadas en el gemelo. Medito en todo lo que hecho hoy para así evitar pensar en la pierna. Pero ya no me molesta pues caigo en un profundo sueño...

domingo, 5 de agosto de 2012

Tardes de playa

Siempre está ahí. Siempre estará ahí. En la soledad o en diversa compañía, ella siempre está ahí. Te recibe con una brisa marina, brisa salada que te llena los pulmones de la pureza de la naturaleza. Respiras hondo, pues quieres que llenarte de la paz que reina. Tus ojos descansan al poner la mirada en el horizonte que se funde con el cielo. Te descalzas y tus pies notan la ardiente arena que se mezcla entre los dedos de tus pies. Una vez te aventuras en la arena, dejas atrás tus preocupaciones, tu trabajo y tus malestares donde deben estar: entre los muros urbanos e intoxicados por la tediosa rutina. Ahora, has llegado a un oasis, tu oasis. Dejas tu toalla en el suelo. Te quitas la camiseta y bañas tu cuerpo con la crema solar para que no haya secuelas en tu piel. Sin más dilación, te diriges con parsimonia hacia el agua. Lo haces contemplando las diversas tonalidades de azules, verdes, turquesas y los diversos colores sin nombre. El rugido del mar es leve. Se cuela con timidez en tus oídos. No hay casi olas. No hay casi movimiento, el suficiente para notar la vida, para notar la tranquilidad. Posas tus pies para comprobar el estado del agua: húmeda y mojada, tibia en su finalidad. Te agrada y te sonríes, y te adentras en el mar. La mitad de tu cuerpo lo cubre el agua, la otra mitad la cubre el viento. Caminas y caminas, pues la profundidad es regular, y te vas alejando de tus pertenencias. Poco a poco la temperatura baja, el agua está más fría. Decides darte un chapuzón y todo cuerpo experimenta la frescura del gran azul. Buceas unos instantes, nadas unos minutos y vuelves a la playa. Sales del mar desestabilizado por unas pequeñas piedras que se clavan en tus pies, pero alcanzas tu toalla y reposas en ella mientras oteas el horizontes. El sol baña tu cuerpo al compás del tiempo. Unos niños juegan a lo lejos, unas mujeres dan su paseo o leen sus revistas, los hombres lucen esculturales cuerpos. Y tú, lleno de la tranquilidad del lugar, sigues con la mirada perdida que se posa en una gaviota que vuela. Vuela sin rumbo fijo, vuela en libertad. Es en ese momento cuando te pones filosofo y das cuerda a tus pensamientos. Reflexionas, piensas. Lo haces cara al sol, cara al mar, dejando atrás la ciudad en sus quehaceres. Pasa el tiempo y con ello llega la hora de marcharse, de volver a la realidad, pero cuando llega, tu persona destella calma, paz. Aquella que necesitamos cuando cogemos el coche para ir al trabajo, aquella que se necesita para respirar, para vivir, para
disfrutar. Y, cuando coges el coche, no pones la radio pues aún estás embriagado por tus sueños 
filosóficos, dejas atrás tu descanso, dejas atrás a tu amante, la dejas con la soledad por compañera, 
pero con la esperanza como hermana, como aquella que hay al saber que algún día, sí, algún día, 
algún día cuando seas viejo y no puedas andar, algún día, dentro de mucho tiempo, la verás.

viernes, 27 de julio de 2012

Noches de verano

Después de la rutina del trabajo, de cansar a tus ojos con pantallas electrónicas y de estar sentado durante una jornada laboral, llega la noche. Llega con parsimonia, sin prisa, como un susurro, como el fugaz destello que trae la ligera brisa nocturna al acostar al sol. Las personas vuelven a sus hogares después de otro día de trabajo. Las highways muestran su plenitud y esplendor al compás de la circulación de los autos con distintos destinos. Pero no todos se dirigen a reposar en sus casas. Gentes de todas las edades se dirigen hacia la zona más ociosa y concurrida de Miami al anochecer: Miami Beach.
Miami Beach está ubicada al este del famoso Downtown, cuyas calles durante el día están abarrotadas e inundadas de empresarios con prisa y funcionarios de corbata, pero que por las noches languidecen en el olvido y dejan todo el protagonismo a su hermana pequeña, Miami Beach. Al entrar en la isla, después de cruzar uno de sus puentes, uno es inducido a una ciudad distinta: casas millonarias frente a tiendas baratas, McDonalds desafiando a restaurantes de lujo, chiringuitos playeros retan a los bares costeros. Dualidades por doquier. Famosos lucen coches de alta gama, ciudadanos se hacen notar por el estruendoso sonido de sus buffles; turistas derrochan dinero en las terrazas más cotizadas, mendigos claman limosna y compasión en las esquinas. 
Toda la atención reside en la calle magna por excelencia de la isla, donde se concentra toda la actividad ociosa, donde se respiran habanos y se beben las más exóticas bebidas, Lincoln Road. Parecida a las Ramblas de Barcelona, unos realizan su paseo familiar nocturno después de cenar, otros prefieren buscar el bar ideal para tomar unas copas, aventurarse en alguna terraza en busca de conversación o dejarse guiar por la música del local. La playa abre sus brazos a todo aquel que busque paz en medio del barullo. Infinitud de personas desfilan por esa calle: cubanos guitarra en mano haciendo resaltar su voz por encima del sonido ambiente, familias extranjeras helado en mano, jóvenes que persiguen problemas, locura y diversión; mujeres en busca de dinero fácil, homeless que amanecen buscando su propia identidad, carteristas que muestran sus habilidades y alegres estatuas humanas que en todo su conjunto dan ese ambiente característico de Miami. El negocio está servido en esa calle, donde el dinero empapa los locales y lleva a sus inversores a parar el tiempo por unas horas, a tomarse un respiro de la aburrida rutina, a soñar con ese momento el resto de la semana. Mientras, otros, con menos poder adquisitivo, decidimos buscar un lugar apartado del gentío, una casa en el camino, un sitio donde degustar un magnífico ron mientras disfrutas del agua templada de la piscina, una buena compañía y un clima que hace que no quieras ver amanecer, pero que inevitablemente debe llegar y te hace tomar la dura decisión de volver a casa, ya que, mañana, hay que trabajar.

viernes, 20 de julio de 2012

Unas calorías como amigas

Después de llevar aquí cierto tiempo,uno se acostumbra a actuar, reflexionar y pensar como un americano. Sobretodo el pensar. En este país, como en muchos otros, no todo son flores y caviar, pues también tienen defectos. No quiero ofender a nadie, pero la obesidad es un problema determinante en este país. La publicidad expuesta sobre este problema a los ojos del habitante de la tierra americana es de una gran magnitud. Es tan grande, que vayas donde vayas te topas con un cartel que se asienta en tu subconsciente y que se activa cada vez que un alimento a la boca te llevas: en las highways hay multitud de esos anuncios; en la televisión, amansalva; en la radio no paran de sonar dichos anuncios entre los grandes éxitos nacionales; en los comentarios del pueblo... Y así una infinidad de mensajes que van directos a tu cerebro. Eso lleva a uno a la locura terminal, a exponer sus pensamientos a un continuo examen, a un desgaste mental, a un trauma existencial cada vez que uno pisa un lugar calórico, a un agotamiento cerebral sobre ese factor que exprime las neuronas en busca de una dieta equilibrada. "Que si ayer comiste pizza, que si hoy toca hamburguesa, no, porque ya tomaste anteayer, hoy toca pasta, y acuérdate de quemarla, ojo con la coca cola, mejor cero, o mejor diet, que es mas saludable, no, mejor agua, que no engorda, cuidado con el chocolate, toma verduras..." Una locura, como os he dicho. Al llegar aquí, sabía que sería un problema difícil de afrontar, pues soy fan de la comida basura. Pero le estoy cogiendo fobia. Uno echa de menos la comida española, el gazpacho de la abuela, las cervezitas en el bar de la esquina, las bravas del Tomás y los macarrones de la Maripepa. Y no solo lo digo por los gustos de mi paladar, sino también por los kilogramos que pueda ganar. Aquí mantener la forma es complicado. Comes mucho, comes mal. El poco deporte que hago, lo practico al atardecer, en unas canchas en las que el sol quema el caucho que hace arder la suela de mis botas. Es tal el calor que uno se marea. El sudor baña mi cuerpo a los 10 minutos de juego, y la hidratación no llega hasta una hora después. Pero esto son los US, y es parte de la cultura, así que más me vale adaptarme, dejar de llorar por las esquinas, americanizarme más, aceptar por compañía unas calorías, pasar de pajas mentales, disfrutar de esa comida y ya, en septiembre, cobrar la factura.

miércoles, 18 de julio de 2012

Rutina de oficina

Por fin. Había acabado ya mi trabajo en la construcción y aún no me lo creía. Sí, finito. Uno se sentía un hombre afortunado al vivir semejante experiencia: trabajar en un sector duro, aprender, conocer gente interesante y coger experiencia. Tenía esa sensación de haberme quitado una espina, de haber superado una prueba, de haberme superado a mí mismo (en serio!). Mientras volvía a casa por las highways de la Florida sentía la satisfacción del trabajo bien hecho, bien remunerado por cierto, y con un nuevo reto en el horizonte: el trabajo de oficina. El trabajo de oficina es bien simple, y bien complejo. Me han destinado a una oficina a 15 minutos de mi casa. 15 minutos. "Y a qué hora debo entrar? A las 9 está bien" Y así, en dos frases, mi horario ha cambiado completamente. Se acabó el madrugar americano para pasar al madrugar español. Se acabó eso de conducir más de una hora ida y dos de vuelta para conducir 15 simples y míseros minutos. Se acabó el mancharse de polvo y el cansancio físico, para pasar a un lugar con aire acondicionado y tranquilo. Se acabó el trabajar en diferentes habitaciones con la destornilladores, martillos, máquinas quita baldosas y sabe Dios que más; para trabajar en una mesa con ordenador. Pero toda rosa tiene sus espinas. Se te cae la baba cuando viene el manager y te pasa un PowerPoint de más de 100 caras y te dice que te lo estudies para tus nuevos proyectos. Casi me da un ataque de risa, un infarto o algo por el estilo. También aquí la gente tiene un inglés tan americanizado que a la tercera repetición consigo pillar má o menos lo que me intentan decir. También tiene sus pétalos: hay café gratis amansalva y desayuno prácticamente todos los días (dunkingdonuts de ese que va directo al flotador y otras mierdas que te hacen parecer a los modelos de "Adelgazar no cuesta"). Conversaciones con otros trabajadores que te cuentan los chismorreos de oficina. Colegas que te advierten quién parte el bacalao y quién es un portacafés (véase yo). E indicaciones sobre los mejores locales para el ansiado lunch. Este es mi cambio, un cambio de vida tan drástico como no sé si decir dramático, porque voy a estar 4 semanas encerrado en cuatro paredes que te observan medio dormidas tu día a día frente a tu ordenador sentado en una silla. Las horas un día pasan rápidas como el "drive-trough" del McDonalds, otras pasan lentas y parsimoniosas como los famosos atascos de la "rush hour". Y así me va. Veremos como evoluciona esta nueva rutina, esta rutina de oficina.

sábado, 14 de julio de 2012

Con un cowboy de compañero

Varón, entrado en los 40, de mediana estatura y rasgos marcados. Pelo castaño, con unas ligeras entradas. De complexión fuerte y atlética, tiene todo el cuerpo tatuado. Se llama Ron, y es cowboy. Sí sí, cowboy, como en las películas. Dicho personaje es mi compañero de construcción, al cual conocí hace ahora una semana y del cual hay mucho que escribir, y también micho que aprender (mi otro compañero me dijo un día "este es el con el tipo de tío que querrías tener al lado en la guerra). Y vaya si es cierto. Se me presentó un día que estaba limpiando una pared: entró en el cuarto sin camiseta, sacando a relucir su morena y sudada piel y sus llamativos tatuajes. La primera impresión fue respeto. Un respeto que se ha ganado a lo largo de los años. Un respeto encontrado en el campo de batalla en Irak, en Nicaragua y en Dios sabe donde. Ha luchado por su país, le han disparado hasta tres veces, y en ocasiones, según me cuenta, no puede dormir por las noches al recordar dichos tiempos. Vive solo, en el norte de Florida, en una granja de la cual se encarga. En ella domestica caballos salvajes (cuando tiene tiempo), cabalga por sus 20 acres y bebe cerveza. Mucha cerveza. Ron viste como un verdadero cowboy, también llamados "crackers": botas del estilo, jeans, camisa y un bonito sombrero típicos de las llanuras americanas. Masca tabaco y es grosero en su lenguaje (más o menos dice "fuck" o derivados cada tres palabras). Aunque siempre es educado y respetuoso con los demás, "siempre y cuando no me jodan" como dice él. He de mencionar también que desde pequeño ya estaba metido en el negocio de la construcción con su padre. También sabe arreglar barcos, es todo un experto, y tiene un negocio de pesca de cangrejos. Me dijo que fue a la universidad para estudiar ingeniería naval, pero como todo lo que explicaban ya lo sabía o lo explicaban mal, se fue y montó sus propios chanchullos. Y no le va mal. Ahora podréis pensar que se lo ha inventado y me lo he tragado como un pelele. Pero le pregunté a mi jefe y a otras fuentes y me lo confirmaron. Ron es un vaquero, un cowboy del oeste que monta a pelo su caballo, dirige manadas de vacas y es, ante todo, un patriota. Pd. Si detrás de cada persona que conozco me encuentro este panorama, os voy a aburrir a posts....

martes, 10 de julio de 2012

Una batalla dolorosa

A las 5.45 am sonaba el fatídico despertador. Sí, otro día más en el paraíso de Miami. Otro lunes para levantar el país. Otra jornada para disfrutar del sueño americano. La verdad es que no en defraudaría. Me dirigí al norte como cualquier día y no había novedad alguna: seguir trabajando en el piso, de oficio paleta y a cortar baldosas. Los cortes debían ser perfectos, ajustados a los bordes de las paredes, con exactitud y simetría, sin fisuras. Un trabajo del cual te sientes orgulloso y miras con agrado y complacencia una vez finalizado. Después de dos horas, había terminado el primero de mis cometidos. Pero aún quedaban, y mucho más de lo que pensaba. El "boss" me comunicó que estaría solo con mi soledad y mis queridas y amads baldosas las próximas horas, pues necesitaba ausentarse, y me indicó mis próximos proyectos: quitar las baldosas que ya se habían colocado por equivocación, limpiarlo todo, poner el famoso y temible "glue" (que depila todo y más) y aplicar encima una ligera capa de corcho. Vamos, una chorrada comparado con todo lo que había hecho hasta el momento (quiero que se note la ironía). Así que me puse manos a la obra: ritmo alto, música de tranquis y un suelo duro que levantar. Pero lo peor estaba por llegar. Eran las 4 pm cuando, para mi desgracia, un trozo de baldosa saltó a mi ojo, buscó un lugar confortable y se aposentó en lo hondo de mi visión. Paré mi obra maestra y me dediqué a quitarme a ese inesperado inquilino. Por mi cabeza pasaban cientos de maldiciones, millares de suspiros. Y mientras frotaba mi ojo con mis sucias manos, picaba más y más. "No deberías haberte frotado con las manos sucias" pensaréis para vuestros adentros más de uno. Realmente no, pero madre mía, cómo escocía la maldita. Así que, no termine mi trabajo como deseaba y tampoco desalojé a mi nueva amiga, más bien, la invité a la suite presidencial. Llegó mi jefe y vio que no había terminado, que mi obra me había vencido y que tendría que volver al día siguiente a intentarlo de nuevo. Me acercó a mi coche y allí volvió la tortura. Después de 45 minutos de lucha fratricida, me di un respiro, conduje hasta mi casa intentando recuperar fuerzas para lo que me esperaba y, con mucho pesar, llegué. Parecía un soldado derrotado, derrotado por una mísera y asquerosa pizca de baldosa. Parece cómico, pero no tenía nada de gracia. Me acosté nada más llegar, eso sí, después de media hora de limpieza óptica en mi ducha, aunque sin dar resultado. La batalla había finalizado, pero no la guerra. Me había dado por vencido. Había sido derrotado. David había vencido a Goliat. A la mañana siguiente, volví al trabajo tras una noche de represiones y molestias, y era tal el picor que hicé la bandera blanca y me dirigí al médico. Diagnóstico: infección en el ojo derecho (lo demás no lo entiendo, un ingles demasiado profundo) Causa: rozamiento con material infectado a causa de frotar con las manos. Solución: aplicar una dosis de gotas dos veces al día. Me he tomado el día libre. No hace falta decir nada más...

domingo, 8 de julio de 2012

Ser paleta no está tan mal

Después de leer ciertos comentarios, voy a dedicar este post a describir mi vida como paleta. Sí, soy paleta, por dos semanas, pero paleta. Hay gente que sabe a lo que me refiero cuando realizo esta afirmación, otros, no tienen ni la más remota idea. Así pues, uno se despierta temprano ya que hay que levantar al país, madrugando pues me queda un largo trayecto en coche, de unos 60-90 minutos. A las 6.30 sale uno de casa, pasa por el Burguer King y se detiene para consumir su café medium, sin azúcar ni cremas, que me han dicho que engordan. Si no hay tráfico, soy afortunado; si hay, pues lo que tiene y a esperar. Una vez llego a mi destino, me recogen y entramos en el recinto de la construcción: un mero piso, patas arriba, y lleno de herramientas y utensilios de construcción. Tengo dos pisos donde trabajar y hay uno que no tiene aire acondicionado y solo con moverte ya estás empapado y todo el polvo se adhiere al cuerpo. En ese sitio juego con ventaja, estoy acostumbrado por el coche. Se me hace extraño estar trabajando desde las 8.30 de la mañana. Pero, ¿qué haces exactamente? Os preguntareis... Pues gran variedad de cosas. No tengo un trabajo fijo, así que cada día cambio mi tarea. Un día fue mover muebles y acondicionar el lugar de trabajo, otro fue cambiar el suelo. Eso fue realmente duro, pues hay que quitar el suelo anterior (el material), poner pegamento ultramegasuper pegajoso (descubrí una nueva manera de depilarme las manos y los brazos, no muy recomendable, la verdad) y después poner trozos de madera con una secuencia determinada. Otro día fue pintar, algo simple, pero que estuve todo la jornada dándole al rodillo. En otra ocasión, me tocó coger una máquina y destruir baldosas. Al principio, como casi todo, parece divertido, pero cuando llevas 2 horas, cubierto de polvo, con el pelo fijado por la mierda, la barba blanca y las manos destrozadas, ya no es tan divertido. Por último, aprendí a poner baldosas. Bueno, en realidad yo realizaba los cortes necesarios para estas. Lo que pasó fue que tenía que cortarlas con una máquina y no sabía cómo hacerlo. Me llevó una hora aprender. Y lo curioso es que esta máquina escupe agua a la cara y al cuerpo (la he bautizado como "la Escupidora") y acabé haciendo los tallos sin camiseta y con todo el cuerpo manchado de agua de baldosa. Hay días que trabajas sin parar desde las 8.30 hasta las 16.30, depende del break para el lunch, y con calor, sueño y cansancio al no estar habituado. Tengo un compañero que sigue al pie de la letras eso de "sin prisa pero sin pausa", y la verdad es que tiene mucha razón. Pero la compañía está genial: expertos en la materia, zorros viejos de la construcción de los cuales uno aprende todo lo necesario para llevar a cabo tus cometidos, y me parece una profesión muy interesante (ya sabéis a quien avisar para hacer obras) y estoy aprendiendo parte del negocio de los números y no está mal pagado, o eso creo. Y es que, después de todo, ser paleta no está tan mal

miércoles, 4 de julio de 2012

Un 4 de julio cualquiera

Un día esperado. Un día ansiado. Un día amado por todo aquel que lleva sangre americana en sus venas. El día en el que los americanos celebran su independencia. Algo memorable. No era mi primer 4 de julio en USA, pero es uno de esos días que tiene algo. Si no eres americano, te das cuenta que no es cualquier día, pues, además de ser festivo, todos sacan a relucir sus banderas nacionales. Todos. Y cuando digo todos, es todos: casas, coches, universidades, tiendas, malls, restaurantes, garitas de vigilancia, el coche de los helados, el repartidor de periódicos... Un ferviente acto de patriotismo que en España llamarían "facha". Pero no quiero entrar en política. Resulta que me propusieron ir en canoas o ir en bicicleta. Sin pensármelo opté por las bicis. Así nos dispusimos a partir. Día soleado, viento cálido en la cara, humedad intensa. Otro día en el paraíso de Miami. Después de adentrarnos en el oeste, llegamos a un parque. Una ciénaga donde decían que Ponce de León fue en busca de la fuente de la juventud. Ahí quería llegar yo. Descargamos nuestras bicis en la reserva natural y empezamos a pedalear. Para mi sorpresa, a los 2 minutos, cocodrilo al canto. La madre que me parió! Y mis compañeros tan tranquilos. Un cocodrilo a 3 metros y como si nada. No sería el último que vería, para mi desgracia. Un compañero me preguntó si me habían picado dos mosquitos en la garganta... Por suerte, era todo plano, sin compliciones para todo un experto. Pero no contaba con el triple factor "calor-peso-mosquito", una combinación matadora donde las haya, que hace realentizar tus movimientos y maldecir a aquel que te dio la oportunidad de disfrutar de esos buenos momentos. Pero al final, después de sudar y perder como mínimo 3 kilos, llegué a mi destino. Parecía que no llegaría, pero todo llega. La ansiada fuente de agua caliente me esperaba. No era la de la juventud, pero agua era. Después de esa excursión tremendamente dura, me dirigí a celebrar el 4 de julio como se merecía la ocasión: a un buen restaurante español, sin cerveza, pero con un filete...

lunes, 2 de julio de 2012

Pim pam pum

Me encontraba yo aún en éxtasis gracias al triunfo de la Roja que viví rodeado de españoles, en un ambiente cálido y alegre (no tanto como en España, que eso es envidiable), cuando mi mánager de la construcción de llama y me dice que mañana no tenía que estar a las 8 en el trabajo (al cual son 90 minutos en coche) sino a las 10. Se me alegró la cara al instante al saber que dormiría dos horas más. Pero eso no era todo. Al cabo de una hora me llega un SMS diciendo que mejor a las 11-12. Más contento aún. Y esta mañana, me llama y me dice que no hace falta que vaya. Vámonos! Abro el Facebook y me encuentro que Japy, un colega que trabaja en Miami Beach, me dice que tiene el día libre, que si quiero hacer algún plan. Pues a la playa chato. Y así, en un pim pam pum me planto en medio de Miami Beach con mi Ford, mi camiseta de España XA14 haciendo honor a la madre Patria y unas ganas inmensas de darme un chapuzón. La verdad es que no defraudó. El agua estaba en su punto, simplemente refrescante. Unas risas con Japy, un moreno que coge intensidad (he de dar envidia con algo, no?) y un MaDonalds para seguir ganando peso, que me hace falta. He de decir que me ha llamado mucho la atención la atención la pasta que hay oír esa zona. Esquina que tuerces, Ferrari que gira. Acojonante. Y también hay mucha yurri suelta, pero, como dice un amigo mío, "el tiempo pone a cada puta en su esquina". No pega en el contexto, pero simplemente me apetecía decirlo... Jeje Así es como se aprovechan los días libres en Miami, no hay muchos pero son lo suficientemente agradables y tranquilos como para relajarte y olvidarte de las preocupaciones que hay y que faltan por venir. Por cierto, próxima parada: 4 de julio, día de la independencia americana. La vamos a liar parda, o eso espero...

miércoles, 27 de junio de 2012

Viajando por USA

Hace más de una semana tuve que viajar hacia Chicago para participar en un campamento juvenil de monitor. Realmente me seducía mucho visitar la ciudad de los gángster... Pero mi historia del viaje no empieza en dicha ciudad, sino en Miami. Desperté de madrugada para llegar al aeropuerto, al cual me llevaba mi tío. Ultimamos los últimos detalles del viaje de camino, mientras el sol empezaba a dejar su calor sobre las casas del sueño americano. Una vez llegué al aeropuerto, a las 8 de la mañana, tenía 6 horas de espera por delante para llegar a Charlotte y después enlazar con la deseada Chicago. Al ver el tiempo que disponía, me dispuse a leer, escribir y pensar sobre todo un poco y, a eso de las 12 embarqué mi equipaje y fui directo a pasar el control antimetales, o como se llame. Y ahí empezó mi odisea. Para empezar no me dejaban pasar porque en el billete de avión no ponía mi nombre sino mi apellido. Tuve que ir a cambiarlo, pero la dependienta escribió a bolígrafo mi nombre y se quedó tan pancha. Total que tuve que volver a realizar el control de pasaporte y, como era de esperar, no me lo aceptaron. Así que me mandaron pasar por los antimetales y, en vez de dejarme pasar, me chequearon. Así de claro. Y después comprobaron mi ADN con el de la mochila para comprobar mi pertenencia. Jamás me había pasado y espero que jamás me vuelva a ocurrir. A todo esto el viaje fue como la seda. Pero casualidades de la vida, me dijeron que otro monitor iba en el mismo avión que yo hacia Chicago. De esta manera, me dispuse a observar, algo que me encanta, y a realizar quinielas sobre quién podría ser mi futuro compañero. Para mi sorpresa, encontré a una de mis "apuestas" a la derecha de mi sitio y, sí, ése era mi futuro compañero aunque sólo lo sabría al final del vuelo. Por lo demás, el campamento en Indisna fue increíble, y Chicago, apasionante, pero esa es otra historia...

lunes, 11 de junio de 2012

Aventura en la autopista

Después de haber pasado el famoso "jet lag" y de acostumbrarme más o menos a este cálido clima, las cosas se ven diferentes. Ya estoy familiarizado con las autopistas y con el Ford que conduzco. El paisaje es increíble, vayas por donde vayas, hay una campiña verde esperando ser contemplada. El otro día, volviendo de trabajar, me topé con la famosa "rush hour" que todo americano está acostumbrado. Pero yo no. Y para colmo, empezó a llover. No eran precisamente cuatro gotas, pues cuando llueve, le pega fuerte un cuarto de hora y, después de dejar la carretera bien mojada, para y sale un sol increíble con una humedad que sería bienvenida en cualquier país nórdico. Mi primer problema fue que no sabía cómo poner el parabrisas. Llevaba una velocidad de unos 100 kilómetros por hora y no podía poner el parabrisas en marcha. Después de pelearme con mi querido Ford, lo conseguí. Pero el problema vino después, ya que al estar parado o casi parado, el aire acondicionado del coche no funciona, lo cual me presentó un panorama crudo: parado en una autopista, con un atasco de media hora vista, con el parabrisas que no funcionaba bien, con las ventanas subidas porque sino me mojaba y sin aire acondicionado. Conclusión: estaba en mi coche, muerto de calor, con una lluvia tremenda fuera y con más de una hora de tedioso viaje por delante antes de llegar a mi casa. Pero uno aprende en USA que tienes que dar la vuelta a cada situación. Hay que ser optimista. Para ellos, cualquier incoveniente no se presenta como un problema, sino como una oportunidad para mejorar y encontrar una solución. Esta forma de pensar debería implantarse en España... Si así fuera, dudo mucho que estuviéramos en crisis. De esta manera, no sé por qué, pero se me presentó una oportunidad única para poder pensar y reflexionar en todo aquello en lo que me había pasado durante mi estancia en USA. Y esa fue la lección que aprendí ese día, sé positivo en las pequeñas adversidades y lo serás también en las grandes.

jueves, 7 de junio de 2012

Aterrizaje en el Nuevo Mundo

Resulta curioso como ocurren los sucesos de la vida. Estás tan tranquilo y de repente todo cambia. En un abrir y cerrar de ojos cruzas el charco y te plantas en Miami. Una ciudad que se hace notar por su humedad, por sus paisanos (unos american life total y otros cubanitos ya tu sabeh) y por ser parte de un gran país, Estados Unidos. Ahí todo es a lo grande, como diría un auténtico yankee. Y no les falta razón. Autopista interminables, coches que parecen tanquetas y un sin fin de grandes magnitudes. Lo que me más sorprende es el nivel de independencia y de confianza en ellos mismos. Antes de coger el vuelo, no sabía dónde dormiría, qué haría, ni siquiera el mínimo detalle de en qué invertiría un tiempo que me parecía excesivo pero ahora veo que me faltará. Y tiene un por qué. Solo coger el avión, mi compañero me puso hacer un planing. Ahora tengo un techo compartido con un buen chico que solo dice "feel free", un coche propio que funciona a las mil maravillas y unas autopistas titánicas para recorrer junto a mi radio, mis sueños y mis ideales.